Como el dulce en el algodón de azúcar

Benditas sean las mariposas revoltosas
que con el suave agitar de sus alas,
pequeñas y coloridas,
rozan mis paredes estomacales.
Elegante el agite al compás
de un millón de violines acompañados
por el ruido del mar bravo y azul.
Luciérnagas okupas en mis pupilas
bañadas por lágrimas dulces
que llegan a mis labios en forma
de algodón de azúcar.
Saltamontes en mi pecho
cicatrizado de antiguas heridas
de guerras frías que se calientas
con el roce de tus manos con las mías.
Nuestros poros se mezclan,
y un rayo recorre nuestro cuerpo como
una yegua en plena carrera
que se enamora de un pobre burro.

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