Recorro de norte a sur, de este a oeste, en círculo concéntricos y en movimiento perpendiculares. Cada dos pasos me topo con cemento, cada tres con un hotel. Miro por la ventana y me encuentro un edificio verde, miro hacia el otro lado y me encuentro la tierra marrón. No quedan aulagas, a las palmeras las dejan morir.
Ayer me topé con una Hubara después de años. Creí que entre tanta oferta turística se habían dedicado a dar masajes en algún spa.
A las cabras no las veo en las montañas como muchos años atrás, me enteré que algunos las cogían para correrse fiestas a costa de los demás.
Mi abuelo, hombre de mar, me cuenta que ni cabosos se llegan ya a pescar, Que la pesca se acabó el día en el que unos hombres con corbata, la pesca con artes ilegales decidieron aprobar.
Mi primo, en cambio, chico de pensamiento más moderno me comenta que los centros culturales son usados como bar. Y que la poca música en directo que puede escuchar son cada cuatro años y con un emblema detrás.
Más para el norte, en un parque natural, entre rocas volcánicas, han colado una hilera de calles a punto de asfaltar.
Metros más allá, una urbanización con casas en las que sólo caben Pin y Pon y Tintín, por lo de la nacionalidad.Yo, aún doliéndome en el alma, me tendré que marchar... A algún lugar donde para conseguir un buen futuro mis ideales no tenga que hipotecar.
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